lunes, 7 de julio de 2008

El sol de enero


El sol de enero vivía en Valencia. Ya sé que todos creemos que hay un sólo sol y que brilla para el mundo, pero este sol era especial. Les contaré: Cuando desde las cinco de la mañana comenzaba el estruendo de los autobuses por la avenida Lara y a amontonarse gente en las paradas, yo me asomaba por la ventana esperando que su luz, allá en el horizonte, me permitiera salir. Siempre notaba que aunque fueran las seis y media, él seguía dormido. La pobre luna debía estar en el cielo con un desfase de hora y media. El sol abría un ojo a las seis y cuarenta, pero con una calma digna de su nombre.
Un día, estando especialmente de mal humor, le increpé: Asómate ya, dormilón. Tu obligación es salir a las seis de la mañana, cumple tu trabajo y alumbra.
Me enteré entonces de que el pobre estaba enfermo, cuando moviendo con dificultad dos de sus rayos para apartar una nube rosada, bostezó con cansancio. "No he podido dormir, me dijo, he estado toda la noche y todas las noches oyéndolos, viéndolos trasnochar, embriagarse, pelear. Desde las once han pasado por aquí más ambulancias de las que me acuerdo; he estado escuchando sirenas durante horas. Me duele la cabeza, que, en mi caso, es decir que me duele todo. Quiero descansar y debo trabajar. Es injusto"
-Pobrecito de tí- le contesté. Pero, mira, te invito para mi pueblo, ya que necesitas vacaciones. Allá te repondrás. Claro que algunas noches dormirás mal con uno que otro ruido, pero la mayoría de las veces dormirás muy bien. Te despertarás muy temprano, cuando oigas los pájaros en el patio y podrás descansar desde las seis de la tarde. Vente conmigo.
"Gracias, me dijo el sol. Eso suena muy bien, pero no puedo hacerlo. Esta ciudad tan ruidosa estaría muy triste sin mí. La gente, que se levanta esperándome, se decepcionaría si no salgo un día aunque esté cansado. Son mis rayos los que hacen que tengan que despertarse. Acuérdate que ellos también están durmiendo mal, porque el ruido que a mí me afecta tampoco a ellos les permite descansar. Yo soy un sol solidario. Las penas compartidas pesan menos. Además, estoy acostumbrado a la ciudad".
¡Vaya un sol tonto!, me dije. Y cerré la ventana.


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